CATAMARCA.- El viento inmanente de San Fernando del Valle de Catamarca barre todo lo que encuentra en su camino. Juega con las hojas que caen al piso preanunciado el otoño y despega los afiches que un anónimo y nocturno empleado electoral colocó con descuido y al pasar. Las gotas de engrudo fresco desparramadas al tuntún confirman que el trabajo se hizo maquinalmente y con apuro.

La ciudad está empapelada de rostros y consignas publicitarias breves (si son largas se olvidan enseguida). El decorado de campaña es efímero, siempre se parece a sí mismo -sin importar la ciudad ni la elección- y, con su insistencia monocorde, confunde al peatón. Por momentos parece que hay cuatro Lucías Corpacci, Cristinas Fernández de Kirchner y Dalmacios Mera por cada par de Eduardos Brizuela del Moral y Ricardos Guzmán. La percepción es producto de una diferencia de tamaño: el oficialismo eligió "poner la cara" en carteles grandes, mientras que la oposición adoptó un formato medio muy práctico para tapar las pegatinas ajenas.

De vez en cuando aparece el afiche de un partido pequeño que paradójicamente se destaca porque interrumpe la cromaticidad de las fuerzas dominantes. La verborrea de los carteles del Partido Obrero y el Proyecto Sur revela cierta ansiedad por expresar un mensaje distintivo. El viento, que proverbialmente se lleva las palabras, no distingue entre honestos y mentirosos, y amenaza a todos los políticos por igual.

Algunos ya no luchan contra ello. Liliana Barrionuevo, hermana del gastronómico Luis, divulga su fórmula por altoparlante. El barullo motorizado recorre San Fernando de principio a fin cuidándose muy bien de no perturbar a los vecinos en el horario de la siesta.

Falta poco para que ese movimiento concluya y la capital recupere su urbanidad apacible. Desaparecerá el interés nacional y, con él, ciertos ingresos extraordinarios para imprentas y agencias de publicidad. A la campaña le queda un día de caravanas y actos de cierre convenientemente multitudinarios; a la ciudad, 24 horas de ajetreo; y al viento, todo un desafío de limpieza. LA GACETA ©